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dimecres, 13 de març del 2013

BACTERIAS PARA A TRATAR LA DEPRESIÓN


Comer es un de los placeres esenciales del ser humano; existe inevitablemente una fuerte conexión entre los alimentos y las áreas cerebrales que rigen nuestro apetito y la satisfacción que nos produce ingerirlos. Además, es bien sabido que determinados desordenes alimentarios, como algunos tipos de obesidad o la anorexia tienen su origen en alteraciones de estas áreas, que resultan en conductas alimentarias inapropiadas y peligrosas para la salud de los individuos. Por tanto, resulta evidente que nuestro cerebro tiene una influencia importante sobre lo que comemos y dejamos de comer. ¿Pero puede la dieta influir en nuestro sistema nervioso? ¿Pueden algunos alimentos generar cambios en nuestro comportamiento hasta el punto de desencadenar enfermedades mentales? Obviamente, cualquier dieta que incluya compuestos que  puedan alcanzar y afectar a nuestro sistema nervioso, pueden producir efectos no deseados. Por ejemplo, un consumo excesivo de café o de bebidas que contengan niveles elevados de excitantes, como la cafeína, resultará en una sobreexcitación de las neuronas y puede predisponer fácilmente a la ansiedad. La presencia de determinados herbicidas en algunos de los vegetales que comemos también pueden ser una fuente de problemas neurológicos si sus concentraciones son elevadas. Muchas de estas moléculas han sido diseñadas para interactuar con los sistemas nerviosos de los insectos y, colateralmente, algunas de ellas pueden afectar nuestro sistema nervioso,  desencadenando reacciones agudas o incluso producir enfermedades neurodegenerativas si su consumo se hace crónico. La presencia de niveles elevados de hormonas en la carne que consumimos también puede producir cambios importantes, porqué en nuestro sistema nervioso hay una gran cantidad de receptores para estas sustancias y muchas de ellas son prácticamente idénticas a las de los humanos. Estudios recientes han dado un paso más  en el conocimiento de esta relación entre la dieta y el sistema nervioso central, encontrando que la composición de nuestra flora intestinal, el conjunto de bacterias que viven en simbiosis con nosotros en el intestino, puede influir de manera poderosa sobre nuestro comportamiento e incluso predisponer al desarrollo de determinadas enfermedades psiquiátricas. Es sorprendente constatar el poder que pueden ejercer estos microorganismos, pero no lo es menos saber que su número multiplica por diez el de todas las células de nuestro cuerpo! Nuestro sistema nervioso central y el de nuestro sistema digestivo están fuertemente conectados por el nervio vago, que proporciona un vía de señalización bidireccional entre estos dos sistemas. Investigaciones recientes sugieren que la presencia de una inflamación en nuestro sistema digestivo durante determinadas etapas de nuestra vida, especialmente en las primeras etapas de la infancia, puede inducir una sobreproducción de la hormona factor liberador de la corticotropina (CRF), una molécula crítica para la regulación de nuestra respuesta al estrés. Estos cambios pueden derivar en efectos permanentes sobre el nuestro sistema nervioso, los cuales facilitarían la aparición de desórdenes de ansiedad y hasta el desarrollo de trastornos depresivos. Parece que la composición de la flora bacteriana intestinal tiene un papel muy importante en la regulación de nuestro sistema digestivo y que alteraciones en esta composición podrían inducir la inflamación de este sistema. Experimentos realizados en ratones que estaban libres de bacterias en su sistema digestivo han demostrado que estos animales mostraban niveles reducidos de ansiedad cuando se comparaban con ratones que estaban infectados por las cepas de bacterias habituales. Por tanto, parece que hay una relación clara entre nuestra flora intestinal y nuestro sistema nervioso central. Las vías por las que esta relación tiene lugar todavía están lejos de estar claras, pero ciertamente el nervio vago ha de ser uno de los actores principales. De hecho, se sabe que la modificación de la población de bacterias intestinales hace que el nervio  vago transmita señales que modifican la expresión de algunos receptores de neurotransmisores, las moléculas que utilizan nuestras neuronas para comunicarse, así como algunos comportamientos. Esto abre un fascinante campo de investigación que nos puede llevar a entender mejor la relación entre el sistema nervioso y el digestivo y a descubrir si las causas de algunos tipos de depresión no están en realidad localizadas más abajo de nuestro cuello. Además, coloca a los alimentos que contienen probióticos, los microorganismos que tienen efectos beneficiosos sobre el sistema digestivo, como prometedores elementos terapéuticos para tratar determinados desórdenes mentales.

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