El menosprecio por la vida humana de la
Alemania nazi es bien conocido por todo el mundo. La destrucción sistemática de
personas, ideas y actitudes fue una constante en el régimen de Hitler. Pese a
ello, más de cincuenta años después continuamos sorprendiéndonos de algunas de sus
acciones. Hace unos días, por casualidad leí un artículo que hablaba de cómo el
tercer Reich afrontó el problema de la esquizofrenia en particular y de las enfermedades
mentales en general (1). La idea de una raza pura y inmaculada, junto a una
situación económica difícil tras la
primera guerra mundial, llevó a una eliminación planificada de los enfermos
mentales mediante la esterilización y el asesinato. En los primeros años treinta
ésta no era una idea exclusiva de Alemania, de hecho, el movimiento eugenésico
o de higiene racial era muy prominente también en los Estados Unidos y en Gran
Bretaña. Este ambiente llevó a la promulgación en 1933 de la “ley para la prevención
de la progenie con defectos hereditarios”, la cual no sólo resultaría en una
raza más limpia si no que también resolvería el problema de la saturación de los
hospitales psiquiátricos alemanes. Numerosos artículos publicados en aquella época
apoyaron esta ley, como por ejemplo uno de Kihn titulado “La erradicación de los
menos valiosos para la sociedad”. La puesta en marcha de las acciones que
acabarían con la vida i con la esterilización de millares de pacientes esquizofrénicos
se vertebró a través de un programa llamado Aktion T4, que puso en marcha
Hitler el 1 de septiembre de 1939, el mismo día en que Alemania invadió Polonia.
Aunque es cierto que muchos médicos se opusieron a este programa y salvaron
pacientes falsificando sus informes médicos, una gran mayoría de psiquiatras
alemanes participó en él. Sólo la capacidad de trabajar fue un factor crítico
para evitar la muerte. El resultado fue horripilante: alrededor de 132000 pacientes
esquizofrénicos fueron esterilizados y entre 200000 y 275000 fueron asesinados.
Cerca de unas 70000 de estas personas fueron gaseadas, un método que después los
nazis adoptarían para la “solución final”, aplicándolo a judíos y otras minorías
étnicas, políticas y de otros tipos, las cuales también habían de ser eliminadas
para dejar una raza aria pura en Alemania.
Más de 100000 pacientes fueron también asesinados mediante el hambre y
el frío. Toda esta locura fue provocada en gran medida por el convencimiento de
que la esquizofrenia era una enfermedad con una clara base genética, es decir
que se pensaba que la enfermedad se podía heredar fácilmente de padres a hijos.
Dos eminentes psiquiatras de la época fueron los más importantes responsables
de esta teoría, Rüdin i Kallman, quienes pensaban que la esquizofrenia era una enfermedad
de herencia mendeliana por un gen recesivo. Hoy sabemos que esto no es cierto,
la esquizofrenia es un desorden en el que intervienen múltiples genes y que
sólo la combinación de algunos de estas alteraciones genéticas y el ambiente puede
resultar en el desarrollo de la enfermedad. Con todo, lo más grave es que en
1940 ya se podía saber que eliminar casos de esquizofrenia de la sociedad no tendría
efecto sobre la incidencia de la enfermedad, porque la vasta mayoría de pacientes
no tenía una historia familiar de esquizofrenia y no la reproducían en su
descendencia. Aun así, el programa Aktion T4 no se detuvo y llevó a las espantosas cifras que hoy conocemos. Un
ejemplo más de cómo la barbarie humana unida a un mal uso de la ciencia puede
llevarnos al desastre. Sólo nos queda aprender del pasado para que coses similares
no se vuelvan a repetir en el futuro.
1: E.F. Torrey & R.H. Yolken, 2010.
Psychiatric Genocide: Nazi Attempts to Eradicate Schizophrenia. Schizophrenia
Bulletin, 36 (1): 26-32.
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