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dissabte, 24 de desembre del 2011

Efecto placebo


En general, siempre hay gente para todo, a la mayoría de nosotros no nos gusta tomar medicamentos o pasar por cualquier tipo de intervención médica. Pero imaginad por un momento que tomándonos unas pastillitas de azucar, o de cualquier otra sustancia inocua, o por la imposición de las manos de algún sanador pudieseis mejorar de una enfermedad. ¿Fantástico, no? Nuestro cerebro sería capaz de sugestionarse y sanar nuestro cuerpo sin necesidad de recurrir a los médicos... Esto es lo que se denomina efecto placebo, un concepto con el que todos estamos muy familiarizados. ¿Pero, que hay de verdad detrás de este efecto? ¿Es real? ¿Ocurre con todas las enfermedades? Hace unas semanas tuve la oportunidad de asistir a una reunión donde se debatía sobre el placebo y se presentaban los últimos descubrimientos en este campo. La respuesta a la primera pregunta es sí, el efecto placebo existe y esto se ha podido comprobar científicamente. Ahora bien, no ocurre en todas las enfermedades. Parece que sólo hay evidencias muy sólidas de este efecto en el tratamiento del dolor, en otros aspectos de las enfermedades la cosa no está tan clara. De hecho, diversas revisiones acerca del tema han cuestionado mucho su eficacia y algunos estamentos, como el parlamento inglés han indicado que la prescripción de placebos es una práctica médica poco aconsejable, porque su efecto no se puede predecir y no puede ser la única base para un tratamiento efectivo.
Las buenas noticias son que estudios recientes sí han visto la efectividad del placebo en el tratamiento del dolor. En cualquier caso, hay algunos peros. Los investigadores han descubierto que hay ciertas condiciones que se han de dar para que éste sea efectivo. La primera es que el paciente ha de tener necesariamente expectativas de que la medicación ha de mejorar su estado. La segunda, que ha de haber una sugestión preferentemente verbal per a que el efecto ocurra. La interacción paciente-médico es vital en este aspecto, como ha demostrado un estudio que sustituía la fuente de esta sugestión por un ordenador. Los pacientes que recibían la información por parte de la máquina no se beneficiaban de los beneficios del medicamento falso, mientras que los que eran informados por un enfermero-a sí lo hacían. Nada que sea especialmente sorprendente: todos sabemos que el trato humano es vital en todo aquello que tiene que ver con  nuestra salud. Además, también se ha visto que la experiencia previa tiene un papel importante. Si alguien ha recibido una medicación analgésica real varias veces, es mucho más probable que reaccione mejor a un placebo en ocasiones posteriores. Se trataría, por tanto de una especie de aprendizaje de cómo tolerar el dolor.
Queda, por tanto, un camino largo para entender cómo nuestro sistema nervioso responde al placebo, pero sin duda es una herramienta prometedora para mejorar nuestra manera de afrontar el dolor y de gestionar mejor el uso de medicamentos destinados a reducirlo.

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