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divendres, 9 de desembre del 2011

EL ESTRÉS ACELERA LA NEURODEGENERACIÓN

No es nada nuevo decir que un exceso de estrés es nocivo para nuestro organismo. Somos muchos los que padecemos las consecuencias de un estilo de vida acelerado y sabemos que esto se refleja en nuestra salud. Hay personas que lo noten en su sistema digestivo, otras que sufren dolores de cabeza, tensiones musculares, tics nerviosos... etc. Por si lo dudabais, es nuestro cerebro el que nos hace sufrir este calvario. Él es que percibe la situación estresante y intentándole hacer frente, hace que nuestro cuerpo responda a estos estímulos nocivos. La respuesta inicial es buena, nos permite adaptarnos a la situación estresante, pero si ésta dura mucho o es especialmente intensa aparecen los problemas. Durante muchos años los neurocientíficos nos hemos preguntado si el propio estrés no tendría efectos perniciosos para el propio cerebro. La verdad es que hasta ahora tenemos evidencias muy  sólidas de que un estrés muy prolongado o muy intenso puede cambiar las conexiones y hasta  la estructura de nuestras neuronas. Por suerte, la mayoría de estos cambios son transitorios y se pueden revertir cuando la situación estresante se acaba. Más aún, parece que en un cerebro normal el estrés no produce  neurodegeneración, es decir, no produce muerte neuronal. Pero, que ocurre si tenemos un cerebro enfermo o con una predisposición a estarlo? Un estudio reciente1 ha demostrado que, efectivamente, las cosas pueden ir peor. Frente  a la sospecha de que el estrés podría agravar la pérdida de neuronas en personas con enfermedades neurodegenerativas como el mal de Alzheimer, un grupo de investigadores ha estudiado los efectos de una situación estresante prolongada en unos ratones que sufrían esta enfermedad. Para ser estricto, quisiera aclarar que los ratones, por suerte para su especie, no padecen Alzheimer. Los animales a los que me refiero son ratones transgénicos a los que se ha insertado genes humanos implicados en una forma familiar de esta enfermedad. En la mayor parte de los casos la enfermedad de Alzheimer no tiene una base genética clara, es decir que no se hereda habitualmente entre los miembros de una misma familia, pero hay algunos casos en que la presencia de alteraciones en unos genes determinados sí predispone a la aparición de la enfermedad. Estos genes son los que se han insertado en el genoma de los ratones del estudio. Por eso a estos pequeños animales se los denomina modelos genéticos de Alzheimer; su contribución a nuestra comprensión de esta devastadora enfermedad ha sido, es y será enorme y nunca les estaremos suficientemente agradecidos. Los ratones, al igual que los enfermos humanos desarrollan pérdidas de memoria al envejecer y la estructura de su cerebro sufre transformaciones similares a las que se ven en pacientes, incluyendo la pérdida de neuronas o neurodegeneración. Lo que vieron los investigadores es que si los ratones eran sometidos a un estrés prolongado, los cambios neurodegenerativos ocurrían más rápido y eran más intensos. El estrés incrementaba, entre otras cosas, la acumulación de la proteína beta-amiloide, un componente principal de las placas que se forman en el cerebro de los que padecen la enfermedad  y que muy probablemente es uno de los factores que conduce a la neurodegeneración. Además, las pérdidas de memoria ocurrían más rápido en los animales que padecían el estrés. La buena noticia es que al mismo tiempo los científicos han encontrado la manera de frenar esta neurodegeneración acelerada. Y lo han hecho, precisamente, bloqueando la acción de una de las hormonas que secretamos al sentirnos estresados, el factor liberador de la corticotropina (CRF). Así que ya sabeis... mucha calma para envejecer con un cerebro sano, al menos, hasta que las pastillitas inhibidoras del CRF se puedan vender con total garantía y sin efectos secundarios en las farmacias. Si es que por aquella época la nuestra pensión nos permite pagarlas, claro.
1: http://www.jneurosci.org/content/31/40/14436.abstract?sid=bb608c2d-b34d-40fb-991d-364eb77df447

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